EL HOSPITAL DE ALMAS
Cuando Tata Vasco aparece en la puerta de la iglesia para la oración de la mañana, los niños escapan del calor de sus madres y corren como ocelotes entre las columnas de adobe para prenderse a su capa roja de lana, compitiendo por alcanzar la caricia de la mano del hombre bueno que en sus reglas y disposiciones ha escrito cómo han de vestir y trabajar en los pueblos-hospitales; que no hay que tratarles de bestias, sino de hermanos; y que todos han de saber de la agricultura desde la niñez y tejer y herrar por el bien del hospital y de la escuela.
Pronto abriremos un Real Colegio para sacerdotes en el que les hablaremos en tarasco, porque la palabra de Dios y la ciencia que hemos venido a enseñar ha de llegarles a estas gentes mejor en su lengua, que aquí hacen falta tanto hospitales de almas como de cuerpos. Tal es la utopía de este hombre santo a quien estas gentes tratan de padre por la caridad con la que abraza a sanos y a enfermos.
Porque padre es quien perdona y quien protege.
Reside en Madrid
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