
LA
VIRGEN DE LA COLONIA INDENPENDENCIA
Es un sábado
frío de principios de diciembre y camino entre el gentío. Los carros se paran
para esperar a que la gente, yo entre todos, cruce la avenida Ignacio Zaragoza.
La luz verde de los semáforos se prende, pero nadie avanza. Uno que otro
conductor se molesta y pita. El resto los manda a callar con chiflidos. «Más
respeto», piden; la gente caminando por en medio de la calle va a la basílica a
rezarle a la Guadalupana en el día de su santo.
Los
matachines, con su ritual mestizo, van al frente. Aporrean sus huaraches contra
los adoquines. Zarandean sus penachos al son de los tambores. Sus camisas,
pantalones y chalecos de color menta, plateado y rosa se antojan una versión
dulce del aguerrido tricolor nacional. Alrededor de ellos, los viejos de la
danza, enfundados en sus máscaras de Halloween, detienen a los coches y asustan
a los niños.
La
peregrinación se abre camino entre los barrios populares de la colonia Independencia.
Por esos días, las fachadas de las casas se transforman. Son changarritos
donde, por un par de semanas, los vecinos venden churros y tamales, esquites y
chorizo, hasta nieves y trolebuses para los que no sienten mucho el frío. En
algunos puestos del tianguis ya se ven los caramelos en forma de bastoncillo y
las figuras para el nacimiento. Los pastores con zarape, machete y sombrero,
las aldeanas de trenzas largas haciendo tortillas y moliendo masa en el metate.
O animalitos cocinándose a la luz de las lucecitas: algún cabrito, un lechón o
un guajolote. Y los clásicos, Jesús, María, José, la burra, el buey y el
diablo.
Entramos al
templo. Los matachines terminan su danza y se retiran, siempre caminando hacia
atrás para no darle la espalda a la Virgencita. Unos mariachis vestidos con
traje de luces entran triunfales.
José Ángel Barbosa
MÉXICO/REINO UNIDO
(XIV Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario