«… La
devoción de los antiguos peregrinos compostelanos en una sociedad teocrática,
donde la salvación del alma y el rezo ante las reliquias de los santos era
práctica habitual, se vio reforzada por la proclamación, en el año 1122, del
Año Santo Jubilar Compostelano, que pronto hizo que los peregrinos a Santiago
rivalizaran con los romeros a Roma y los palmeros a Jerusalén…» (pág. 126,
Adrián Herrero Casla, «La peregrinación jacobea»).
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