LOS
LIBROS ME HICIERON MESTIZO Y CIUDADANO DEL MUNDO
Desde
mi más tierna infancia he creído firmemente que el libro es el bien más hermoso
y más valioso de la humanidad, el objeto que reúne más belleza tanto en el
continente como en el contenido y también, sin duda, el invento más útil y
crucial del mundo, pues es la aparición de la escritura la que delimita el paso
de la prehistoria a la historia.
En
mi infancia tuve dos grandes suertes que marcaron mi vida: la primera fue
encontrarme una casa llena de libros. La otra fue el pasar mucho tiempo con mis
abuelos paternos. Sabios proverbios han dicho que «cuando muere un anciano, es
como si se incendiara una biblioteca», pues yo tuve el enorme privilegio de
exprimir al máximo las dos bibliotecas vivientes que tenía tan cerca. Mis
abuelos Juan y Mercedes, y mucho después mi abuelo materno, Isidoro, fueron una
fuente de información extraordinaria de la que extraje proverbios, dichos,
refranes, adivinanzas, historias increíbles, cuentos, romances, canciones y
tantas y tantas anécdotas y chascarrillos que he ido incorporando a mi propia
obra. Hay que aleccionar a nuestros niños para que disfruten de sus abuelos y
que se empapen de esas bibliotecas que llevan en sus mentes antes de que se
extingan sus recuerdos.
Gracias
a los libros comencé a desarrollar en mi cabeza músculos que no sabía que
existían (la memoria, la creatividad, la fantasía, la concentración, la
abstracción) y comencé a aprender palabras y a utilizarlas en mis escritos. Y
es que los libros te hacen libre, mestizo, diferente, especial, ciudadano del
mundo, único e irrepetible, y te hacen rico en matices y en sensibilidades. Los
libros modelan tu personalidad llenándote la cabeza de historias prodigiosas y
de personas, personajes y personalidades fascinantes.
Juan Emilio R. V.
(XIV Antología)
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