viernes, 21 de enero de 2022

ANTOLOGÍA 2020: CANELA

 



CANELA
 
Sonaban las campanas cuando abandoné mi patria en un barco cuya proa miraba al Nuevo Mundo, y en mi cabeza una idea: en el dinero encontraré la bendición.
 
Los holandeses y portugueses de siervos pasaron a señores, encontrando en el paraíso la canela, y monopolizando su comercio. Yo encontraría un sucedáneo, y de forastero y pordiosero quedaría solo un jornalero rico que renació en las Indias y volvería a su país siendo honrado.
Fue ardua la búsqueda, entre tantos árboles y cortezas; entre los suelos que alfombraban de sueños mis pies desnudos. Los colonos y los indios me ayudaron, y aprendí con ellos la fuerza vital de una minúscula semilla. La arena se incrustaba en aquellas pardas pieles y parecían estar hechos de barro, de haber nacido bajo el sol y la tierra; entre una franja misteriosa de horizonte azul y hojas verdes, o colores de esmeralda floresta.
 
Mi instinto siguió el salvaje olor de unas pisadas de una porosa silueta. Y sobre ella caí, y descorrí las cortinas de su piel. No temí la abundancia de sus ojos ni el brote de música del centro de su pecho. En su interior mi semilla germinó y bajo el sol nació lo que venció al dinero y al señor.
Mestiza nació mi hija, y su madre, riéndose de mí, le dio el nombre de Canela.
 
De lejos escuché el tañer lejano de una campana, y el recuerdo me invadió como una bandera de pájaros salvajes.
Cogí las manos tiernas de mi hija y dije con un acento plagado de colores: «¡Tierra de confusión! Pedí la bendición del dinero y recibí la fortuna del amor más grande. Como Dios ahora soy padre, y a él encomiendo la protección de mi hija, pues en su piel, como la mía, la memoria del pueblo yace; y de esta tierra de la que florece la vida. Siervo soy de ahora en adelante de mi mujer, de esta arena y de mi hija».
 
 
Lucía Prieto Gómez
FUENLABRADA (Madrid)
Maestra y amante de la literatura
(XIV Antología)
 
 
 
 


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