CANELA
Fue ardua la búsqueda, entre tantos árboles y cortezas; entre los suelos que alfombraban de sueños mis pies desnudos. Los colonos y los indios me ayudaron, y aprendí con ellos la fuerza vital de una minúscula semilla. La arena se incrustaba en aquellas pardas pieles y parecían estar hechos de barro, de haber nacido bajo el sol y la tierra; entre una franja misteriosa de horizonte azul y hojas verdes, o colores de esmeralda floresta.
Mestiza nació mi hija, y su madre, riéndose de mí, le dio el nombre de Canela.
Cogí las manos tiernas de mi hija y dije con un acento plagado de colores: «¡Tierra de confusión! Pedí la bendición del dinero y recibí la fortuna del amor más grande. Como Dios ahora soy padre, y a él encomiendo la protección de mi hija, pues en su piel, como la mía, la memoria del pueblo yace; y de esta tierra de la que florece la vida. Siervo soy de ahora en adelante de mi mujer, de esta arena y de mi hija».
FUENLABRADA (Madrid)
Maestra y amante de la literatura
(XIV Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario