EN EL
CONFÍN DEL MUNDO
Un
barco español trataba de regresar a América desde Filipinas en el primer tercio
del siglo xvi. Las corrientes y el
viento, sin embargo, lo sacaron de su rumbo. En torno a 13° N y 144° E el
capitán ordenó poner proa a unas islas que divisaron.
Al
acercarse a tierra, un buen número de canoas se acercaron. De una de ellas se
irguió un hombre con el pelo muy largo, cara y cuerpo labrados y orejas y bezos
horadados, el cual dijo con perfecto acento gallego:
—Buenos
días al capitán y a la compañía.
La
sorpresa, casi la incredulidad, de oficiales y marinería fue indescriptible,
¡en aquel confín del mundo vivía un gallego!
Subió
a bordo y contó que se llamaba Gonzalo de Vigo, que era tripulante de uno de
los barcos de la flota de Magallanes, que pretendían regresar a América, pero
la tempestad los empujó a esas islas y embarrancaron, y que iba para cinco años
de todo esto. Sus compañeros habían muerto ahogados o a manos de los nativos,
pero él había tenido suerte.
Contó
que apaleado y maltrecho lo llevaron a su aldea, y que cuando iban a
atravesarlo con una lanza, la hija del cacique le pidió a su padre que se lo
regalara como esclavo. Todos rieron, pero el jefe accedió.
Con
el tiempo Gonzalo aprendió la lengua y fue incorporándose a la cultura nativa,
adoptando su comida, atuendo, costumbres…, solo conservó a Cristo. Y cuando
hubo ocasión, les contó la historia del Crucificado, que ellos escucharon con
interés absoluto, admirados, perplejos, atónitos, y no le dejaron descansar
hasta que terminó. Desde entones raro era el día en que no le preguntaban por
algún detalle de la vida de Aquel.
Gonzalo
les trajo a su salvadora mujer y, orgulloso, al mayor de sus cuatro hijos. El
capitán le preguntó:
—¿Cómo
se llama el rapaz?
Ella
se adelantó:
—Marquiños, o
neno chámase Marquiños.
Antonio
Carlos del Riego Gordón
LEÓN
Licenciado
en Geografía e Historia
Periodista
(XIV Antología)
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