DE INOCENTES Y QUIMERAS
—¡Esperad! —les anuncié. Antes quería contactar con tan emocionado anfitrión; mas su prosa dócil me detuvo.
—Dejad que los niños vengan a mí con sus alegres voces y sus risas de algodón, con su piel inocua de colores invisibles, con su aroma de canela y almidón. Que su inocencia inunde el aire, los sueños, los caminos. Que aventuren, creen, vivan, imaginen, enseñen y canturreen la vida. Son ellos mestizaje, albor del mundo, su candidez atrapa corazones. Dadme el privilegio de verlos correr y colmar el viento de humos azules, de diáfana valentía, de sus pasos, huellas etéreas en el alma del cosmos. Con sus ojos sin mácula, que miran sin prejuicios, sin juzgar; con ingenua picardía y encanto celestial. Que lleguen a mí, desde todos los confines; del trópico, de la Mancha, del Vergel, de Comala, de Macondo. Que vengan, conquisten y me invadan hasta lo más hondo.
Participación con texto premiado y mención, proyecto Treinta Tríos-Fotografía Interactiva (Argentina, 2010)
Publicaciones: Lo que calla la inocencia (2018)
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