«… Una jerarquía se
impuso en los saberes: / primero, sembrar la semilla evangelizadora / de la que
pudiera germinar un hogar cristiano. / Segundo, aprender a leer, contar,
escribir en castellano, / y, poco a poco, como hila la vieja el copo, / ampliar
el saber, con enseñanzas más meritorias, / como nociones gramaticales, algunas
leyes de la aritmética, / las Sagradas Escrituras para proveerlos de buena
ética / y crear el germen de las futuras universidades…» (pág. 20, Isabel
García Viñao, «Habete rationem temporis»).
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