«… Y es que mi mente, atizada por un cansado cuerpo, vive como si fuera el
ayer los momentos de esfuerzos que en un precario convento, y aún sin haberse
consolidado el poderío hispánico, debieron realizar, en nombre de Dios los
primeros y en pos de la humanidad los siguientes, novicios y decanos, todos
llenos por igual de curiosidad y fe, a fin de levantar semejante propósito…»
(pág. 56, Manuel S. Martín, «San Marcos, Lima»).

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