«… Eran monjes y
frailes de apostolado monacal o mendicante. / Se llamaron dominicos o agustinos
o jesuitas o franciscanos o jerónimos. / Hablaban castellano cuando conversaban
con sus hermanos soldados, /hablaban en una lengua misteriosa cuando se
dirigían a su único dios. / Nos hicieron
aborrecer a los antiguos dioses de sangre y guerra. / Primeramente levantaron
su fe en edificios religiosos. / Sonaba íntima su prédica y melodioso cuando
rezaban y oficiaban en latín. / Después levantaron otros templos para aprender
conocimientos. / Sonaban profundas las enseñanzas en aquella lingua franca…»
(pág. 68, Valentín García Valledor, «Lingua franca»).

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