«… Más de setecientos años
de saber y audacia, de ahormar la naturaleza humana y alimentar las mentes se
deslizaban por las fachadas de la ciudad castellana que expandió el
conocimiento y amparó con su manto académico las universidades del Nuevo Mundo.
Amanecía aquel 12 de octubre…» (pág. 70, Jesús Andrés Pico Rebollo, «Pero no
convenceréis»).
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