«… Separado por un inmenso
océano, pero en terreno común, se construyó un puente invulnerable entre razas,
culturas y políticas, vínculo con nuestro pasado y con nuestro futuro.
Incesante fluir de la ciencia, del arte, de las letras, en definitiva: un maravilloso
mundo de conocimiento compartido…» (pág. 78, Amelia Arévalo Díaz, «Cristo no se
ausentó»).
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