«No fue la causalidad que acogiera a ese
niño luego de oírle interpretar en latín los cánticos de la misa. El niño Juan
Chancahuaña, que pronto obtendría los apellidos Espinosa Medrano, desarrolló su
talento gracias al sacerdote español que cuidó y alimentó sus intuiciones a
comienzos del siglo xvii. Ese
niño, conocido como el Lunarejo por el enorme lunar en su pómulo izquierdo,
años después logró una de las becas para indios, fundadas por el obispo del
Cuzco don Antonio de la Raya…» (pág. 94, Rodrigo D. C., «Doctor Lunarejo»).
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