«… Ya en plena década
independiente, la Universidad de México funcionó bien solo unos cuantos años.
Nuevas filosofías y conciencias llegaron a paralizar la cultura. Invasión napoleónica
a la metrópoli, un certamen literario en la colonia. Ese fue el último intento
desesperado por resaltar la autoridad real. Después de aquello, las estructuras
del virreinato se convirtieron en algo cada vez más efímero y cada vez más
lejano…» (pág. 128, Theodora María Marín, «La caída del templo de la ciencia»).

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