lunes, 10 de octubre de 2022

ANTOLOGÍA 2021: BAJO UNA MISMA MIRADA

 



BAJO UNA MISMA MIRADA

 

 

El pobre santo andaba más deslucido que de costumbre, salpicado de pintura roja y con la wiphala anudada al cuello. Y es que las manifestaciones estudiantiles se habían cebado con la estatua de bronce de san Francisco Javier.

Los jóvenes, enardecidos y llegados de diversos puntos de la ciudad, reclamaban más y mejores becas y un acceso igualitario a la facultad, amén de una gran reforma educativa, sin concretar mucho lo que eso último significaba.

Con suerte, el embajador no accedería a la universidad por el sur, sino por la entrada principal, acompañado por el rector y demás autoridades de la pontificia. Recorrería los pasillos marmolados del claustro y, una vez en el aula magna, leería solemnemente los puntos de un discurso preparado por mí ante un público formado por académicos, estudiantes adormilados y algún que otro oyente externo que por alguna razón había terminado en aquel simposio.

Yo acababa de incorporarme como secretario a nuestra misión en Bogotá, y entre mis no pocas tareas figuraba la de acompañar al embajador a casi cualquier parte. Preparaba sus intervenciones, gestionaba sus desplazamientos y enlazaba con nuestros homólogos locales, asegurando, en suma, que todo andaba sobre ruedas.

Aunque eso me había permitido establecer una red de contactos y amistades, las tareas esencialmente mundanas que me habían sido asignadas diferían mucho de lo que había imaginado que sería la vida de un diplomático en su primer destino.

Y así, sentado en un banco de granito a los pies del jesuita, aguardaba pacientemente la llegada de la comitiva que en breve reuniría, en tan reducido espacio, aquellos mundos tan distantes. El de los estudiantes, el oficial y el mío, que ahora se encontraban bajo la mirada impasible y centenaria del agraviado misionero.

 

Seudónimo: Nicolás Aranda
Madrid
(XV Antología)
 

 

 

 


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