UNA TAZA DE CAFÉ
El
día de ayer, después de una jornada de estudio me sentí fatigado. El
experimento imaginario en el campo de la física cuántica volatizó la escasa
reserva de cafeína en mi cerebro. Por no haber consumido un sorbo de café
estaba a punto de colocarle una vela al padre Blandín: para que desde
ultratumba me suministrara una chupada del grano. Soy de las personas que desde
chico está acostumbrado a ingerir la infusión traída a tierras americanas por
los españoles. Como no tenía dinero para surtirme de una taza que me quitara la
modorra, marché al jardín botánico de mi casa de estudio. A pesar de que
siempre asistía, nunca había visto la placa que encontré en el camino, esta
decía: «Universidad de Caracas, fundada en 1721». El diseño del jardín seguía
la lógica que lo gestó durante siglos. Debajo de una familia de arbustos me
tendí a dormir. Al poco tiempo, un cuanto de luz atravesó las hojas, penetró
con sus partículas atómicas. Los protones y los electrones olían a café
tostado, uno de los fotones impactó la punta de mi lengua; me recordó el sabor
del grano tostado. Estaba disfrutando el sabor y el aroma, cuando una persona
me saludó, el tono de su acento llevaba la península ibérica. Por su vestimenta
se deducía que era sacerdote. Portaba un termo de café en las manos, me ofreció
una taza, la digerí con gusto. Luego contó que las plantas debajo de las cuales
yo dormía databan de siglos, fueron traídas por los monjes que fundaron la
universidad. El hombre dio a entender que eran parte del aporte cultural
español a la cultura y gastronomía latinoamericana. Según sus palabras, a la
variedad de arbustos se les conocía como café arábico, además, que él
personalmente los había sembrado y mantenido dentro de la universidad durante
siglos.
Douglas Ysturiz
Nacido el 7 de junio de 1964
en Caracas (Venezuela)
Psicólogo y docente
universitario
(XV Antología)
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