«… El futuro tenía
pasillos largos, techos altos y gran mixtura humana. Distintas sangres con el
mismo recelo hacia lo extraño. Europeos e indígenas, bachilleres, licenciados y
doctores, hijos de caciques y algún mestizo, cada uno con su esencia racial,
pero igualados bajo la capa y el bonete reglamentario. El globo terráqueo giró
varias veces hasta que las asignaturas dieron frutos en las aulas: la física
acortó distancias, fusionó etnias la química, teología para conciliar credos,
corazón, cerebro y pluma mezclaron lenguas, vicios y virtudes. Sin olvidar la
medicina que curó ignorancia, abrió mentes y cerró heridas culturales…» (pág.
168, Gelines del Blanco Tejerina, «Lo distante y lo distinto»).
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