viernes, 16 de diciembre de 2022

ANTOLOGÍA 2021: TREINTA Y TRES

 



TREINTA Y TRES

 

La universidad salvó mi vida y se convirtió en mi casa, me hizo sentir completa como lo estuve antes de nacer y me contagió de lo eterno que vive dentro de mí. A diferencia de mis padres y abuelos, como Juana de Asbaje, en otra época, acudí a la cátedra que llegó con los hombres blancos que vinieron de más allá del mar, evangelizándolo todo con el color de su lengua. Con el olor reciente a pólvora y sangre, el peso del saber salmantino, dibujo temprana y sólidamente la herencia de los treinta y tres claustros que como epistémicas semillas quedaron para siempre transfigurando el verde onírico paisaje del CemAnáhuac. Como aquellos hombres, yo también tuve que dejar mi pueblo para encontrarme con México-Tenochtitlán. Allí descubrí el universo hispano que canta mientras se crea a sí mismo; desde las Antillas hasta el norte pronuncia las huehuetlatolli, donde habita la antigua sabiduría del colibrí, resguardada por el humanismo de Vitoria en ius gentium.

 En la universidad entendí que, como en una reacción bioquímica, en la vida todo es cíclico, todo regresa a su sitio para ser resuelto, integrado y metabolizado; y así mirarnos y comprender el mundo. Comprender que las mujeres no son un regalo de tributo, que los hombres no son máquinas para hacer la guerra; que ambos somos vida, que a ratos tenemos miedo y que aun con miedo soñamos. Como lo hicieron Cortés, Colón, Álvarez Chanca o Fernández de Oviedo descifrando la geografía de Indias, revelando el mecanismo sensible de las formas, el viaje de las fuerzas, acuarelas donde crecen extravagantes plantas y animales. Realidades con múltiples contextos dentro, invitándonos a ser libres y redondos como el cielo, itinerantes como los días, profundos como tierra voz mestiza del gran espíritu que somos y que a cada sueño nos pinta de universo.

 

Berenice G. F.

(XV Antología)

 


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