SANTO CAMINO
Por todos
es sabido que de Dios obtuviste favor y gracia infinita, tanta que a veces
lastima a quienes piensan que no la necesitan. No obstante, a pesar de lo
engorroso que llegó a resultar el luchar en contra de quienes a través de su
poder pretendían obligar a los judíos a convertirse en cristianos, tú, san
Isidoro de Sevilla, con tu amor y oración demostraste que eso era una
equivocación y no trabajaste en vano.
Preciado
obispo hispalense de la Hispania visigoda, eras consciente de que la fe no se
enloda y, gracias al prestigio intelectual y religioso que habías adquirido, san
Isidro de Sevilla, lograste equilibrar las acciones políticas de los monarcas,
tal y como lo habías pretendido. Esa fue la razón de no dejarte dominar por los
lazos de afecto que te llegaron a unir con un monarca como Sisebuto; debido a
ello, censuraste los métodos de quien entonces ejercía el poder absoluto,
respecto a la conversión forzosa al cristianismo de la población judía del reino
de Toledo, dado que obligó por la fuerza a los que debió atraer por la razón de
la fe, y viste que eso no era bueno.
Ser noble,
que batallaste con el lenguaje del amor para que las almas obtuviesen la
salvación recordando que, como buenos cristianos, hemos de hacer lo que nuestro
padre anhela: guardar a su hijo en nuestro corazón.
Y con el
conocimiento pleno de que por medio de la palabra llegarías a más almas,
escribiste Etymologiae o Etimologías para que la
gente tuviese entendimiento de gramática, ciencia, de historia y también de la
teología.
Volviste de
Toledo, a tu sede hispalense, y el 4 de abril del 636 moriste. Dejaste vacío,
aunque también enseñanza; viviste desafíos, también asechanzas; aún hoy se te
recuerda por todas tus grandes obras y por luchar por la salvación de las almas
a buena hora.
Oriunda de Venezuela
Escritora y poeta
«Con mis letras, danzo en la melodía del alma y pinto el lienzo de los sueños»
(XVII Antología)
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