LA LUZ DE ISIDORO
DE SEVILLA
y la erudición para saciarla.
Le fue dada la ambición del cronista
y el don de la palabra.
a través de su historia y de todos los caminos
que le dieron vida y luz.
Esa luz bañada de azules mediterráneos y de verdes atlánticos.
Luz glauca en los olivos y dorada en las mieses.
Sol que preña las viñas y se torna amistad en la copa.
que las palabras pueden retener el conocimiento
y, con su clara luz, iluminar a las generaciones venideras.
Por eso trabajó infatigablemente en su labor enciclopédica.
Vivió absorto en las sombras de su biblioteca.
El sol que incendiaba el mediodía apenas rozó sus pupilas.
Acaso sintiera el cálido perfume de las noches sevillanas
y un deseo en la carne y en el alma, pero ni por un instante
abandonó la tarea ni faltó al compromiso
de indagar en la historia y compilar siglos y avatares.
Isidoro de Sevilla, fuiste caudaloso río del saber.
Grecia y Roma vertieron en ti sus aguas. Tus letras
se impregnaron de la cultura clásica y emergieron
plenas de laudes a Hispania.
Guardar la historia, Isidoro de Sevilla, es pretensión hermosa,
pues la escritura abre y entrega el corazón de los hombres y de las cosas.
Tú nos entregaste el corazón de España.
(XVII Antología)
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