«… Ha soñado con ríos más largos
aún y más anchos, con llanuras interminables y montañas que escupen fuego, con
árboles que llegan hasta el cielo y en los que anidan pájaros cubiertos de
plumas de mil colores. Al fin, la noche anterior ha visto en el sueño a unas
extrañas criaturas desnudas y tatuadas, con labios y orejas hendidos por adornos de hueso que le susurraban al oído en una
lengua desconocida. Ahora sabe que todo aquello tiene un nombre, pero las
palabras que ha escuchado, y que intenta retener desesperadamente, se
desvanecen al despertar. ¿Habrá algo, se pregunta, que él no conozca y de lo
que no pueda dar cuenta en ese libro que pretende contener dentro de sí el orbe
entero?...» (pág. 162, Mauricio N., «Doctor Hispaniae»).
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