LA PROFECÍA
De
la mano de fray Hernando de Talavera, confesor de la reina, nuestro humanista
accedió a los monarcas, penetró en la corte mostrando
sus anhelos de gloria. Pasarían años hasta que la muerte hiciera acto de
presencia en el entorno de la reina católica. Eran tiempos placenteros;
disfrutaba de sus hijos aún niños, la guerra frente a Juana, apoyada por
Alfonso V, quedaba atrás. Colón no había iniciado su viaje, Granada permanecía
infiel; el tiempo tendría que avanzar.
Caminando
por Salamanca, arropado por los tonos oro y miel, pensando en las carambolas
del destino, Nebrija rememoró aquella audiencia con Isabel I. Reconoce que —aunque
orgulloso, inteligente y audaz, de los que no se amedrantan— le sobrecogía
aquella figura regia; mujer atenta, firme, que escuchaba, valoraba y
sentenciaba.
Corría
1486, seis años antes de la publicación de la Gramática sobre la
lengua castellana. Despuntaban ya los mimbres de su lengua materna,
concebida en Salamanca y finalizada en Extremadura. Mimbres que ofreció a la
reina junto a fray Hernando que —advirtiendo el gesto escéptico de ella al
hojear el escrito, sorprendida, sin entender para qué era útil un tratado con
reglas de una lengua que se aprendía de forma natural— defendió como una de sus
utilidades la de que los futuros pueblos conquistados «… ternían necesidad de
recebir las leyes que el vencedor pone al vencido, y con ellas nuestra lengua…».
Una
profecía asomaba a los labios del fraile; 1492, año dichoso, la confirmaría. La
Gramática,
compañera del imperio y al servicio de la unidad de la nación, veía la luz poco
antes de que Cristóbal Colón arribara al Nuevo Mundo.
Hoy
el español es la segunda lengua más hablada en el mundo.
Gracias,
Antonio de Nebrija, por hacerlo posible.
Lola
Sánchez Lázaro
Madrid.
(XVIII Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario