INMEDIATA Y
GRAMATICALMENTE
Los lunes Isabel esperaba como siempre a su marido, Elio Antonio de Nebrija, pero él dedicaba la jornada a desentrañar los misterios del español medieval bajo una pila de manuscritos antiguos.
Los martes se sumergía en la tarea de corregir y revisar textos.
Los miércoles impartía clases magistrales de Gramática, cautivando al alumnado con su pasión, mientras Isabel pensaba en aprovechar esa pasión en otros menesteres.
Los jueves recorría archivos y bibliotecas en busca de documentos.
Los viernes debatía sobre temas lingüísticos y filosóficos con intelectuales y llegaba tan tarde que a Isabel se le enfriaba la cena.
Los sábados y domingos se ponía a traducir textos clásicos del latín al español.
De repente, su actitud cambió. De hecho, tuvieron nueve hijos. Los motivos de esa transformación nunca se entendieron hasta que hace poco salió a la luz la carta ultimátum que Isabel le escribió:
«Querido Antonio:
Eres una oración subordinada a tu trabajo. No soporto más que tú seas el sujeto elíptico y yo la voz pasiva de nuestra relación. Muero por gozar entre tus párrafos de una conjunción copulativa, verbo con verbo. Nada me haría más adjetiva. Es hora de que te fijes en mis atributos. Mi aguante no es infinitivo: necesitamos conjugar. Te lo advierto, Elio Antonio, si no diptongamos pronto, en la concordancia de género y número de nuestro matrimonio va a entrar una tercera persona masculino singular».
Elena B. R.
(XVIII Antología)
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