lunes, 24 de marzo de 2025

ANTOLOGÍA 2024: MAÑANA

 



MAÑANA

 
Nunca me importó el olvido o la miseria, ni la buena fortuna, cuando le fui fiel a mis palabras. Y ahí estaba yo, errando entre laberintos de folios en blanco, haciendo de los segundos horas y de las horas días. Vivía como los que mueren por amor, encadenado a un apego que se disfrazaba de obsesión por las letras. Estas me clavaban sus espuelas. No existía sensación igual.
 
A veces, a través de la ventana, si el viento era indulgente, me traía olor a mar y me perdía entre recuerdos de mi Lebrija natal, de cuando nada era urgente, sonreía por inercia y el mañana nunca llegaba. En ocasiones, mi mujer me requería: «Antonio», susurraba. Pero no lograba sacarme de mis ausencias.
 
Pese a ello, me regalaba su ternura vestida de comprensión y silencios... y miradas de cariño, aunque yo estuviera de espaldas y no la viera. Confiaba en mí. Sabía que de Bolonia aún conservaba la fe inquebrantable de creer en lo que haces. Y de Salamanca, la pasión por el verbo y por hacer grande a mi patria.
 
Pero ¿cómo aunar distintos pueblos bajo un mismo idioma? Aquella pregunta me rompía los horarios, esclavizaba mis vigilias, me exigía atención plena. Y me hacía arrugar cientos de hojas, llenas de garabatos, que nunca llegaban a nada. Estaba bloqueado… hasta que me deslumbró aquel fulgor, una vislumbre palpitante en forma de idea: establecer las reglas del juego más grande jamás creado.
 
Así nació mi Gramática castellana. El «escribir como pronunciamos y pronunciar como escribimos» marcó las pautas... La prosodia y la ortografía cimentaron el camino. Y, aunque hubo dudas, el tiempo derribó fronteras sin muros, océanos de lenguas. Quién iba a decirme, años más tarde, que aquel códice se convertiría en el arma más poderosa de nuestro imperio. El mañana había llegado.
 
 
Daniel S. P.
(XVIII Antología)
 
 
 

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