«… Dame fuerza, Dios mío, para vencer
estas afrentas, a estos años gastados, donde miro hacia atrás y solo me veo
trabajando, escribiendo, leyendo. Mis búsquedas, incansables, fueron las de la
justicia y la verdad, y en muy pocas bocas y menos páginas las encontré en su
debido brillo. Creí en el humanismo científico, como un pionero y el mayor
poseso, solo para mi gusto. Mi lucha fue la ciencia de la lengua y de las
humanidades. Si acaso, a rachas, falseé mi genealogía como un mero juego frente
a tanto pedante…» (pág. 52, Diego M., «El anónimo»).
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