ANTOLOGÍA 2015: ANTONIO

ANTONIO

(Dedicado para mi tía, Esperanza Flores Ortega, sobresaliente mujer, por atreverse a soñar, y a sus seis luceros, con todo mi afecto)

Cuando España quedó suspendida en los lamentos de las barricadas, Antonio Patiño Gómez buscó dibujar un hogar más allá de sus ojos, un mundo sin fronteras, y, por ello, afiló sentidos, abrió su  juventud y, en medio del humo, cruzó el mar.

Lo imagino con cicatrices en el alma, decidido a «facer su España», la que traía en las entrañas; una España que no tuviera más límites que su amor por esta nueva tierra que le ofreció mujer, horizonte, hijos, recorriendo el camino de muchos otros coterráneos y, al hacerlo, forjando su propia balada dando forma con su diario caminar a la patria que, en su corazón, llevaba. Esa España que le dio la fuerza para encontrar su lugar en esta parte del mundo; moreno árbol que, en cercanía, tenía tantas semejanzas y, a la vez, tantas diferencias con el sabor de su tierra.

Él quería una nación plena, no mutilada, majestuosa. Refugio del hombre y sus palabras, susurro de poetas, caracola de músicos, lago de pintores, brisa de escultores, como lo habían anhelado tantos españoles, vasija de suspiros, piel de sus muertos.

Rodaron latidos y así una veintena de años posterior a la diáspora, Antonio recorrió sin rencor, sus propias huellas con la esperanza de regresar al principio, a la primera bocanada de su historia, con un futuro sin llanto, y, sin embargo… espesa, la materna tierra aguardaba para emboscarle en el fondo de la noche y súbitamente su presencia fue lluvia, memoria, estero, astillas de sombras, desgastadas frases.

Nocturnas voces cubrieron la tierra feraz de Sinaloa y los rotos acantilados de Santander antes de ser etéreo pan y repartir generoso su corazón entre sus cuatro hijos, que, desde entonces, siguen el brillo interminable de sus pasos. Crepuscular corazón desbordándose en silencio.

Enrique Fernando Arauz Flores

Médico y poeta

PUERTO VALLARTA (México)

(IX Antología)