Hidalgos ahítos de sueños de grandeza y anémicos de
realidad. Pragmatismo guardado en una escarcela y enarbolando la valentía a la
vez que se embridaba el miedo. Resultó ser la palabra el arma más poderosa, el
lenguaje la carabela más segura. El sincretismo la fe más verdadera. El
mestizaje la raza más pura. El camino más corto, el marcado por las olas del
océano. La patria más duradera nuestro idioma. La victoria más valiosa fue no
tener nada que perder. Los caballos cruzaron el océano, los guacamayos vinieron
del otro lado. Dos mundos que son uno. Las ovejas convertidas en llamas. Sueño
quijotesco donde los haya. Palabras de ida y vuelta en las jarcias de los
barcos y en las quillas de las canoas. El trigo transformado en espigas de las
Indias, para ser maíz. Bailando una danza mestiza los vocablos quechuas con los
manchegos, los taínos con los extremeños, los guaraníes con los vascos. Los
araucanos con los andaluces. Los frailes recitando conjuros chamánicos y los
chames rezando el paternoster. La oscura celda monástica convertida en un
claro de la selva amazónica. Las toscas y burdas telas de los hábitos de lana,
tornadas en carnes suaves indígenas. La aridez meseteña y manchega
metamorfoseada en umbrosa fronda. Todo convertido en exuberancia por la gracia
de Dios de un sueño, de muchos sueños juntos de hidalgos y de campesinos,
tratantes y comerciantes. Todos
que vinieron a menos hasta que soñaron despiertos.
Ángel Novillo
Sánchez de Pedro
Profesor de la ESO
en el Colegio Nuestra Señora de la Consolación de Villacañas (Toledo)
(X Antología)
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