OBJECIÓN A LA CONSCIENCIA
Levanta la mano con
miedo, sin demasiada esperanza de ser escuchada. Nunca le preocupó lo que los
demás pensaran, pero ahora era consciente de su propia burla. Todos la miraban
sin tener en cuenta sus proezas, pues hacía tiempo que era objeto de risas y
sátiras. Su inteligencia la delataba, pero, ¿quién quiere brillantez cuando se
es capaz de ofrecer diversión? Malo fue que esta acabara convirtiéndose, con el
paso del tiempo y la idiotez, en mofa. De tanto hacerse la tonta se había
convertido en una de ellas, y ahora sufría las consecuencias. No es que
estuviese descontenta con su capacidad de andar por el mundo bajo el halo de la
despreocupación, pero siempre tuvo mucho más que ofrecer, aunque ni ella misma
se diese cuenta.
La perseguían los
fantasmas del pasado y se ocultaba en lo que, en su momento, le sirvió de
medicina. Pero ya se sabe que las drogas no son un remedio diario y hoy, al
borde de la sobredosis, se sienta cabizbaja ante su más temido juez, que no es
otro que ella misma.
Le sigue sin
importar lo que piensen de ella, pero se siente manipulada. Sigue siendo
inteligente, pero se asombra de la estupidez de sus palabras. Sigue
divirtiéndose, pero se pregunta si de la forma adecuada. Está asustada de su
sombra, y se hunde bajo la certeza de estar desorientada. Pero bien es cierto
que la oportunidad de levantarse solo la posee quien ha caído, y la necesidad
de encontrarse tan solo aparece estando perdido. Y eso le resulta suficiente
para dar un primer paso.
Así es que mantiene
la mano en alto sin saber qué decir, pero consciente de que quiere oír su voz.
Alza la cabeza lentamente evitando devolver miradas, pues tan solo quiere que
valoren la suya. Despacio, abre la boca con voz temblorosa y afirma «Me llamo
España y, bajo mi propia condena, os contaré la historia de una mala broma…».
Pablo Bueno Duque
TALAVERA DE LA
REINA (Toledo)
(X Antología)
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