MESÍAS AUTONÓMICOS («DESFACIENDO
ESPAÑAS»)
Estaba allí, en lo
alto, mientras que el gentío se agrupaba a su alrededor. Su cara sonriente, su
mirada altiva, sus manos se elevaban, una y otra vez, sobre las cabezas de
hombres y mujeres en un imaginativo acto de posesión. Se sentía observado por
los miles de personas que se habían congregado bajo sus pies, y podía imaginar
la emoción sacrílega que envolvía a cada uno de ellos ante su presencia. Le
esperaban a él, y él sabía que ahora era su dios, su imagen y su camino; sí, lo
sabía, y todo el fanatismo se centraba en él y solo en él.
Mirando a aquella
gente que le contemplaba embelesada, no dudó en creerse el «elegido» por los
dioses, y así se proclamó, aunque aún el espíritu del pueblo no hubiese
hablado; pero… ¿por qué tenía que hablar?, ¿acaso era necesario?, ¿qué podría
aportar el inculto gentío a lo que allí acontecía? Nada. Mientras seguía
moviendo sus brazos, elevándolos a lo alto con gestos sublimes y mayestáticos,
intentaba combatir un pensamiento que le estaba atormentando: «¿Y por qué no
era él el “espíritu” del pueblo?». De pronto, una amplia sonrisa invadió su
cara y levantándose del trono los bendijo en el nombre del «espíritu», al
tiempo que la multitud se hincaba de rodillas y hundía sus cabezas sobre el
pecho. Él seguía sonriendo, y desde ese instante supo que se había convertido
en el dueño de sus cuerpos y sus almas, y que le seguirían ciegos en su ansia
de «desfacer las Españas».
Antonio Blázquez-Madrid
(X Antología)
Cuánta verdad hay en este microrrelato
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