ESPAÑA
Hace
algunos años me lancé a conocer el mundo y la lengua castellana fue mi pasaporte.
Muchos antropólogos han estudiado a nuestros pueblos originarios.
Pero cuando pisé España encontré muy extraños a estos seres que deambulaban
con bolsas de tiendas (llegué en época de rebajas) y que al parecer tenían un
sentido de comunicación que solo iba hasta un radio de un metro cuadrado y que
caminaban en una especie de orden y ritmo establecidos. Que no beben para
emborracharse. Que hacen su vida en función del dinero y con dinero consumir.
Una mujer hermosa pasa y nadie le dice nada. Sus aventuras son todas planeadas
de antemano.
Que si les hablas con seguridad se sienten intimidados. Qué seres más
extraños estos.
Adoradores de policías, que no hacen nada extraño o loco, que se vigilan
unos a otros, que adoran el control. Que no tienen espontaneidad, que adoran la
pulcritud de construcciones monárquicas e imperiales.
Cuando se manifiestan políticamente, todos caminan en orden, gritan sus
consignas, y cuando terminan, van a un bar o a sus casas. Nada de salirse de
madres. Así lo veía yo, luego de andar dos años recorriendo Latinoamérica.
Pero lo más extraño ocurrió, un quince de mayo, cuando
después de una manifestación algunos se decidieron a pasar la noche en la
plaza, aguantando incluso palizas policiales sin responder, y esto fue un
clamor que se extendió por toda España y la gente salió a ocupar las plazas
públicas con tiendas de campaña y asambleas. Al cabo de un tiempo que ya
parecía alargarse demasiado, dejaron de acampar y fueron a sus casas. Ni un
solo desmán, muchos aguantaron palos, sin responder.
Qué bueno sería que los antropólogos se interesaran en
serio por estos pueblos tan pero tan extraños.
Seudónimo: Manuel Meulén
CHILE
(XI Antología)
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