PLUS ULTRA
Acariciando la mar con los vientos frágiles que rozan la
frontera intocable de la razón, allí estamos, con los estandartes jugando con
el aire, nos sentimos valientes, osados. Empresas difíciles tocaron mis manos,
intenté moldearlas. Sobre mis hombros torreones, piedras, rocas descansan,
historia que yace en el ruego del sigilo. Hay sordera, ceguera y altivez, sin
embargo caminamos más allá de nuestras propias imaginarias, creyendo que existe
un precipicio que seremos capaces de subir, y continuamos erguidos, navegando
sin darnos cuenta que nos encontraremos a nosotros mismos, vestidos de
diferente manera, con lenguas que danzan al son de memorias desconocidas, y
seguimos más allá…
Ahora las columnas rebasadas, expoliadas de su
interrogante, del atuendo de pretéritos mejores o peores, están fracturadas y
se agazapan en los cimientos del mar, y vagamos hacia el otro lado, continuamos
rastreando la sinrazón de la barbarie, con el único anhelo de tragar tierras
nuevas, vírgenes promesas. ¿Qué haremos cuando hayamos consumido las llanuras,
los bosques, cuando hayamos estrangulado la última lengua, cuando nos
asfixiemos con la estampa del doble espejo, y observemos que nosotros somos
ellos, y ellos son los navegantes que avanzan a nuestro encuentro? Ir más allá,
ahora significa apaciguar terremotos que nos han separado, gritos de ecos que
persisten en la memoria, romper el espejo distorsionado que nos hizo creer que
la imagen que reflejaba era perfecta. Ahora plus ultra se nos escapa de la palma
de la mano como una diminuta gota de agua que viaja extraviada en el océano, y
debemos detener la embarcación, para reconstruir con los pedazos de lo caído
una figura que nos dignifique, un momento donde podamos recoger las huellas
descuidadas.
Raquel Viejobueno
(XI Antología)
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