«¿Qué soy
yo / sino esta voz tan mía… / ¿Quién soy yo / sin este ovillo / que me guía en
mi laberinto… / ¿Qué sería de mí sin mi lengua / que me traduce… / habla por mi
espíritu cautivo… / y me ancla a mi árbol americano… / Quién soy yo sino un
nombre… / que tiene aspiraciones de transcendencia…» (pág. 88, Ana M.ª González).
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