EL MAR, LA MAR
Te
aborrezco, oh mar, porque te inhibes
y
dejas que la historia te utilice.
Pudiendo
ser asaz protagonista,
te
entregas al albur de quien escribe.
Pudiste
zozobrar los galeones
con
el solo bostezo de tus aguas,
de
aquellos que, con ínfulas rapaces,
llegaron
a las costas gaditanas:
William
Dampierre, sagaz filibustero;
sir
Francis Drake, todo un señor pirata;
de
la pérfida Albión ruines corsarios,
sedientos
de botines y de fama.
Tú
siempre fuiste, oh mar, el escenario
donde
los navegantes escribieron
las
bellas gestas que en el mundo han sido,
musa
de poetas y romanceros.
Fuiste
el non plus ultra de las mentes
asustadas,
temerosas de todo
lo
que era nuevo, aún desconocido;
atrayente
espejismo de los locos.
Por
ti cruzó Cristóforo Columbus
camino
de las Indias Orientales,
cargado
de esperanzas y promesas,
al
mando de tres naos almirante.
También
Ulises te surcó, camino
de
Ítaca, su venerada isla,
ansiando
de Penélope el encuentro,
cansado
de estelas, ebrio de orillas.
En
ti quemó Cortés sus recias naves
para
evitar más singladuras ciertas,
y
trazó su periplo Magallanes,
y
culminó Elcano su proeza.
Siempre
has sido paisaje de aventuras,
telón
de fondo de nobles quimeras;
mas,
hoy, mi corazón enamorado
solo
ve en ti ancha, honda barrera
que
me aleja por siempre de mi amada,
que
entorpece mi amor con tu frontera.
Juan de Molina
(XIII Antología)
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