FIEBRE
AMARILLA
Yo
quería pagar mi tributo. La vida me sonreía, sin sentirme merecedor de tanto
agrado. Había estudiado la carrera militar y tras bastante esfuerzo y mucha
diversión, terminé la misma como teniente de artillería.
Pero
lo que yo esperaba con inconsciente ansiedad, el momento de entregar a mi país
todo mi esfuerzo, había llegado antes de lo deseado. Mi reemplazo había sido
llamado a filas para partir hacia Cuba. Las cosas cada vez andaban peor por
allí; la guerra se había recrudecido, los insurgentes acosaban a nuestras
tropas y necesitaban ayuda. Teníamos que «facer Españas».
La
cobardía de muchos, el miedo de otros empezaron a minar la moral, tanto mía
como de mis compañeros. Existía la «redención en metálico» que consistía en
que, previo pago de una cantidad se sustituía a un soldado por otro, uno rico
por otro pobre, práctica que, aunque me la ofrecieron, la rechacé de plano por
resultarme repulsiva. Pero también aumentaban, dentro de cada cupo, los
desertores.
Ya
la isla de Cuba había dejado de ser un ansiado paraíso para convertirse en un
infierno tropical. Mi misión, tal y como yo la sentía, era defender una parte
de mi patria que nos querían extirpar, y a eso fui.
Pero
mis estudios de cinco años, mis adiestramientos, instrucción… todo aquello
chocó contra una fuerza superior. Ni cañones ni fusiles ni machetes pudieron
conmigo. Fue el vómito, el maldito vómito negro lo que me destruyó.
Pilar Comenge Muñoz-Cobo
Empresaria, ama de casa y escritora
MADRID
(XIII Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario