lunes, 29 de marzo de 2021

ANTOLOGÍA 2020: LOS CAMINOS

 



LOS CAMINOS
 
Los poemas son lo único que pasa las fronteras sin necesidad de visados. Por el tiempo aquel que Antonio Machado negaba los caminos y afirmaba que lo único cierto son las estelas en el mar, mi bisabuelo se embarcó en un puerto gallego con destino al Río de la Plata. La pobreza del suelo, la arbitrariedad del clima, la tozuda injusticia de los tiranos, lo empujaron a dejar su tierra.
 
Al principio las cartas llevaron puntualmente la nostalgia y los afectos de un lado al otro del océano. Con el tiempo se espaciaron: mi bisabuelo se había ido embarcando en distintas empresas y dedicaba sus afectos a mi bisabuela, que era la prueba de que la limpieza de sangre era un cuento del pasado y que la mezcla de cuatro continentes no es incompatible ni con la belleza ni con la alegría ni con la bondad. Ellos solo necesitaron que sus caminos coincidiesen en la encrucijada común de la lengua.
 
Ahora a mí me ha tocado desandar el camino, si es que existe. De cualquier modo, los aviones no dejan estelas, solo un humo denso que ensombrece la vida.
 
Ciertamente, hay cosas que no cambian: allá el suelo se ha vuelto pobre por culpa del fuego y la avaricia, el clima es cada vez más arbitrario y la tozuda injusticia de los tiranos permanece por encima de las generaciones.
 
En el pueblo, pregunté por la ermita de la foto sepia que conservó el bisabuelo. «El camino estaba cegado por las zarzas», me dijeron unos viejos que estaban al sol como lagartos. «Es todo una ruina», añadieron ya sin aquel ceño de desconfianza que les produjo mi aspecto.
 
La lengua es el camino de encuentro que aún nos queda, a pesar de que los matices de mi acento hablen de geografía. Subí campo a través hacia la ermita. Porque se hace camino al andar. ¿No?

 
José A. Gago
Zamorano de nacimiento
Filólogo por la Universidad de Salamanca
Funcionario de la AGE
(XIV Antología)
 
 
 


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