HERMANO JUAN
Es medianoche en el convento
franciscano y todo es silencio, solo se escuchan los ruidos de la naturaleza
indómita de Tlatelolco. A esa hora fray Juan, como sus hermanos le llaman, se
encuentra de rodillas en su celda, lleva horas en oración y concluye
flagelándose la espalda. Llora, no por los azotes, sino por los pecados
cometidos. Su vocación de servir a Dios lo movió a dejar la comodidad de su
hogar y unirse a la orden de los hermanos franciscanos. Fue a través de esta
congregación que llegó a la Nueva España, lejos de su tierra que lo vio nacer,
en tierras donde a diario mira la necesidad de Dios en las almas enfermas de
salud física y de una desnutrida cultura.
Reflexionó que ni la oración ni hacer penitencias resolverían las necesidades de estas nuevas tierras, por eso decidió actuar y fundó un colegio que luego sería la primera universidad donde se impartieron clases de medicina que combinaba conocimientos indígenas e hispanos. A la par gestionó llevar la imprenta, fundamental para lograr la labor de llevar la luz del conocimiento a todos sus hermanos. Se encargó de la fundación de un hospital que era de mucha urgencia para atender tanto a indígenas como españoles. Indiscutiblemente el hermano Juan fue un gran emprendedor. Él siguió fielmente los pasos del pequeño Francisco de Asís, murió pobre y lleno de deudas, sus restos fueron depositados en la catedral de México.
Nacida en Nicaragua
Máster en Didácticas Específicas de la Lengua y Literatura en Educación Secundaria y Superior (Universidad Autónoma de Barcelona)
Docente
(XV Antología)
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