«… La
primera vez que entré en un aula de la universidad, mis compañeros me miraban
incrédulos desde sus pupitres. Los cánones de la San Marcos se habían
modificado para permitir el acceso de la mujer a estudios superiores. Pero las
primeras fuimos centro de atracción y también de burla. Aun así, nada de eso
impediría que lograra mi propósito…» (pág. 102, Soraya Martínez Martínez, «La
madeja»).
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