«… Perdido
entre la angustia y el miedo a la destrucción, la capilla, refugio del alma,
guiaba su mirada al techo abovedado, caminaba con los ángeles y pinturas
religiosas, se detuvo en la pintura de santa María de Siena, como ella, sentía
que los libros eran estigmas en sus manos y para salvarlos debía abandonarlos…»
(pág. 100, María del Mar Sánchez López, «Salón de grados: la capilla refugio»).
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