«… El
sueño se volvió realidad y se formó la Escuela. No inmediatamente, pues la
grandeza suele hacerse esperar. Sus nombres permanecerían escondidos, al margen
del deslumbre de la fama, pero su legado de fuerza, conocimiento y revolución
vivirá para siempre. Solo consta mirar a los lados, mirarnos a nosotros mismos,
mirar adelante y atrás, soñar e ilusionar, y allí los veremos a ellos» (pág.
42, Julián Nieto Bermúdez, «Un sueño discreto»).
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