LEYENDA DE ALBORNOZ
Cuando estaba casi ahogado, apareció mi salvador.
Me llevó ante el capitán a empujones, como mercancía, mientras me apuntaba con su arma de corsario.
Raudo, entinté la pluma que descansaba en su escritorio y comencé a redactar lo que juré que ya era mi contrato de esclavitud: «Talavera es patria mía y de mi padre y madre. Estirpe perteneciente por siempre a ella, y será la única».
Gijón
Autora de Catálogo de microrrelatos para (m)entes sin amueblar
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