«… Pelo pincho no hubiera ido nunca a un
colegio tan caro y elitista de no ser porque su madre, poco antes de morir,
hizo jurar a su padre sobre la Biblia que llevaría al niño al mejor colegio de
la ciudad. “¿De qué habrían servido si no los denodados esfuerzos de ‘san
Bartolomé de las Casas’ por los derechos de los indígenas?”, argumentaba
aquella mujer amazónica. Estaba convencida de que la cultura, de la índole que
fuera, era la única llave maestra que abría de par en par todas las puertas de
la vida» (pág. 78, José Manuel Oliver Hernández, «Inmigración»).
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