REFLEXIONES DE UN BATRACIO
No
sabía el bueno de fray Luis, alumno aventajado de Francisco de Vitoria, hombre
sabio donde los haya, pues a su condición de religioso austero se sumaban los
añadidos de teólogo, humanista, astrónomo y, sobre todo y por igual, compartía
las dignidades de gran poeta y maestro de maestros en la más longeva de las universidades,
Salamanca.
No
sabía el sobrio agustino, decía, que con el correr de los siglos hasta esta
fachada de la puerta de su universidad, orgullo del plateresco, vendrían a
rendir tributo de todas partes del orbe gentes de bien conscientes de la gran
labor que iniciara en esas aulas el preclaro Martín de Azpilcueta y que se
conocería como Escuela de Salamanca y acabaría influyendo en las conciencias de
Europa y el Nuevo Mundo y que fue precursora y garante de los valores y
derechos de todos los pueblos.
No
sabía, continúo y concluyo, fray Luis de León (quizá fuera lo mejor, pues tras
los cuatro años de ostracismo de sus aulas —«aquí la envidia y mentira me
tuvieron encerrado», se lamentaba en presidio—, si fuera consciente de este
nuevo revés tal vez se colmaría su santa paciencia) que este peregrinaje al Patio
de las Escuelas no es por rendir homenaje a ese busto suyo que preside la
plazoleta ni a su recuerdo; casi todas las miradas (el fisgoneo impulsa más que
la razón) no buscan otra cosa que una rana huidiza.
Manuel Laespada
Albacete, 1958
Autor de catorce poemarios
publicados, merecedores de otros tantos premios, entre ellos el Ciudad de
Pamplona, Ciudad de Mérida, Gerardo Diego de Cantabria o Tardor de Castellón
Publicaciones: en poesía
infantil el poemario Anividanzas; en prosa Un baño de
palabras y la novela La complicidad de la duda
Tercer Premio Orola en
2015
(XVI Antología)
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