«… No está loco mi amo, (yo le
llamo así, aunque hace años me dio la libertad, ahora lo sirvo por gusto), solo
se enoja mucho ante tantos abusos e injusticias, a veces le falta el aire y hay
que abanicarlo, temo por su vida. Lo escucho repetir entre sueños que nació
para dar testimonio, como dominico y salmantino, de los excesos contra los
naturales y que urge cambiar esto en Indias…» (pág. 92, Ana M.ª González, «De
las Casas»).
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