lunes, 25 de septiembre de 2023

ANTOLOGÍA 2022: EN LA CALLE

 



EN LA CALLE

 
La calle Martín Azpilcueta es peatonal. Tiene una floristería, dos panaderías, tres bares, una papelería, dos tiendas para comprar el periódico y echar la bonoloto, un estanco, una peletería, cuatro fruterías, un súper y la maravillosa droguería Echenoz. Los sábados me tomo allí el desayuno que me prepara Khrystina, mi dulce repostera ucraniana, mientras leo los versos en los que Wisława Szymborska no reprocha a la primavera que retorne de nuevo.
Mientras apuro el café y rechazo el periódico, me pregunto si la paz es posible. Me pregunto si hay alguna guerra justa. Y si son inevitables, yo me pregunto, si hay manera de que en medio del horror un candil ilumine nuestros rostros e impida que nos matemos eternamente.
 
Paso frente a la venerable casa Turumbay, donde trabaja Chen, que sueña con el amor de una colombianita que se ha mudado a Zaragoza. Y compro flores y aceitunas e imagino que sea verdad que todos los seres humanos, anhelando idénticos sueños, tengamos los mismos derechos en una memoria compartida que arde universalmente.
 
De niño yo pensaba que Martín Azpilcueta era una calle. Ahora sé que una calle es el laberinto donde se cruzan las vidas de las gentes. El espíritu de esta, Martín de Azpilcueta y Jaureguizar, defendió, como hizo la Escuela de Salamanca, que el interés del dinero, que el imperio del beneficio no han de estar por encima del bien común del pueblo.
 
Compro fruta y miro las monedas del cambio. Me pregunto cuánto habrá ganado el campesino por estas sanguinas y si hay modo de que el legítimo interés de todas las partes sea justo. Porque si no, esos infiernos redondos de metal acuñado acabarán cerrando nuestros ojos el postrero día y solo nos servirán para pagar al barquero el último viaje a la otra ribera, quizá sin retorno.

 
Javier Izcue Argandoña
(XVI
Antología)
 
 
 
 

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