«… El
joven licenciado sale de la habitación con el documento bajo el brazo. Se
planta ante la chimenea que caldea el salón del palacio dispuesto a obedecer
las órdenes de su señor, pero, en ese momento, recuerda las lecciones
aprendidas de sus próceres de la Escuela de Salamanca sobre los derechos de las
personas, las mismas que influenciaron las Leyes de Indias redactadas en
Barcelona en 1542. Sabe que en esas ideas se esconde la verdadera esencia de la
humanidad y serán el ineludible camino de “facer Españas” para un futuro de
convivencia en igualdad, donde los indios tengan los mismos derechos que el
resto de los españoles...» (pág. 118, Salvador Vaquero Montesino, «Nacieron los
derechos humanos»).
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