«… Iluminado por el
tenue resplandor de la luna habría de tomar plena conciencia de mi propósito
existencial: volvería a la península, culminaría mi formación y, siguiendo la
ruta marcada por mi padre, ingresaría al cuerpo docente de la universidad,
donde habría de continuar con el legado de ilustres pensadores como Luis de Molina,
Luis de Alcalá o Diego de Covarrubias» (pág. 130, Julio Rafael S. S., «Uncido a
los recuerdos»).
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