REPARACIÓN
Bajo
aquella piedra helada por el cierzo y las manos de nieve del tiempo yacían los
cuerpos de alma sin descanso de Justino Honduras y su hijo Bartolomé Honduras. La
muerte los vino a buscar mientras trabajaban duro en las tareas de los campos.
Allí, donde la creencia era el pan de subsistencia día a día, vinieron a
arrestar al padre y a llevárselo, junto al mozo, huérfano por parto de Elisenda
Pardo.
La
inquina de su vecino, acosado por las deudas debido a su mayor afición al vino
que al trabajo, lo llevó a denunciar a Justino ante el Santo Oficio. Y cayó la
injusticia hacia el hereje sobre padre e hijo, dejando las tierras en manos del
denunciante, un desalmado, confeso de la religión, pero de alma negra.
El
rescate y la reparación de Justino y Bartolomé Honduras llegaron con la Escuela
de Salamanca, valorando la bondad de las dos criaturas más allá de su confesión
de culto. Trasladaron lo que quedara de ambos al cementerio de la aldea y allí
le dieron cálida sepultura bajo un ciprés que se alza al cielo como lanza no de
guerra, sino de concordia.
Lola
Sanabria García
Nació en un pueblo de Córdoba, en una casa grande
llena de gente. El día que cumplió quince años le regalaron una golondrina con
un ala rota. Algunos dicen que está enterrada bajo el cemento del patio, pero Lola
cree que se quedó a vivir dentro de ella para siempre
Premios: Relatos Policíacos de la Semana Negra de
Gijón (2012 y 2013) y Segundo Premio del LVIII Concurso de Cuentos Gabriel Miró
Publicaciones: Partículas en suspensión, editorial Talentura, (2013)
(XVI Antología)
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