«… Después de los asombros, las ansias de poder y propiedades, / los abusos y los sometimientos, desprecios a la raza del indígena / tomada de incapaz por almas pobres cargadas de soberbia, / entre tantas humildes y honorables, / surgieron los filósofos, la Escuela salmantina. / Surgieron los teólogos con los pies en la tierra. Si aquel grandioso hallazgo destruía creencias anteriores / que ya no sostenía la razón, que no verdades, / la conquista de América debía llevar justicia, / un orden de conciencia, / de una moral que allí pusiera en práctica derechos naturales…» (pág. 164, Isabel Villalta Villalta, «La gloria de su imperio»).
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