«… Nadie pudo darnos señas sobre
los restos de la beatísima Virgen Justa, mártir en Jesucristo, mas el anciano
Alvito, poseído de espíritu celestial tras un triduo de vigilia y rezos, fue
agraciado con la visión en sueños del docto metropolitano, gloria de la
Españas, san Isidoro, que indicó por tres veces a nuestro amado deudo el lugar
de su propio osario. Y como recompensa a su incansable celo, anunció al
venerable que sería llamado a reunirse con el Creador. Así pues, señalada la
olvidada tumba y exhumado el cajón que contenía el bendito cuerpo, adoleció de
rápida enfermedad, penitenció siete días por la salvación de su alma y feneció
en olor de santidad…» (pág. 172, Juan Núñez Guerrero, «Milagro en Hispalis»).
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