MUERTE A LOS
MAESTROS
Una
guerra encarnizada se abre en la universidad. En un bando, los mal llamados
maestros, en el otro, Nebrija y su imperio de las letras. Salamanca es tierra
devastada por la ignorancia de algunos maestros que continúan sus enseñanzas
maltratando al latín. Este mal, expandido por toda España, debe ser combatido
por el único hombre dispuesto a ello: Nebrija, el humanista, el gramático, el
filólogo, el padre de la ortografía, de las reglas gramaticales y de la
acentuación.
Realiza
su labor sin temor a enfrentarse a los enemigos, que cada vez son más. No se
somete ante nada ni ante nadie y jura ante Dios que nada le detendrá en sus
ansias por devolver la veracidad a las lenguas latina y castellana. Para él, el
enemigo está en todas partes, en todos los escritos ya sean de lengua o de
medicina.
Humanista
persistente, no hay saber que no conozca o admire. Las ciencias y las letras
pueblan sus pensamientos. Su trabajo es infinito, pero el hombre es
infatigable, incorruptible y su espíritu inquieto. Al tiempo que somete las
palabras y las encauza por las sendas del conocimiento, consigue que los
enemigos se tornen en amigos para, más tarde, ser fervientes admiradores de su
obra, su palabra y su ingenio.
Despierta
un notable interés en una de las figuras más importantes y cuyas obras y
espíritu traspasarán las fronteras de lo imaginable: Isabel de Castilla. Ella
se convierte en su aliada en la sombra. Le insta a escribir otras obras para
que el conocimiento se haga extensible a las mujeres dedicadas a la oración.
Nebrija, por primera y única vez, se rinde ante el embrujo y la fascinación de
esta gran señora y acata sus órdenes con valor y maestría. Muere su cuerpo,
pero su espíritu vela por alejarnos del caos y de un mundo de sombras.
Nacida en Granada.
Doctora en Historia.
Escritora e investigadora independiente con publicaciones sobre las relaciones entre el cine y la historia.
(XVIII Antología)
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